🧠💸 OpenAI quiere comprar Chrome y dice que ser educado con el chatbot cuesta caro
🤯 Los nuevos modelos de OpenAI alucinan más que nunca… y tienen justificación 🙏💰 Los “gracias” y “por favor” cuestan millones cada mes a la compañía de Sam Altman
Esta semana, OpenAI ha dejado claro que no solo quiere competir con Google, sino que aspira a ocupar su lugar en la infraestructura digital global. Ante un tribunal federal de Estados Unidos, Nick Turley, jefe de producto de ChatGPT, aseguró que la empresa estaría dispuesta a comprar Chrome si la justicia obliga a Google a vender su navegador como medida para restaurar la competencia. Una afirmación sorprendente, pero coherente con los movimientos de Sam Altman y su equipo.
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El juicio por prácticas monopolísticas contra Google ha entrado en la fase en que se deciden las acciones correctivas. Una de las más polémicas es la obligación de vender Chrome, navegador que ostenta más del 66 % de la cuota de mercado global y que se ha convertido en la puerta de entrada a internet para millones de usuarios. Para OpenAI, hacerse con esta herramienta sería un salto estratégico hacia una nueva etapa: la navegación asistida por inteligencia artificial.
Turley explicó que OpenAI ya había intentado colaborar con Google para integrar su API de búsqueda, pero que la propuesta fue rechazada. “No tenemos ningún acuerdo con Google en este momento”, afirmó. Ante este bloqueo, OpenAI ha optado por el camino directo: desarrollar su propio navegador con ChatGPT integrado y contratar a exingenieros de Google como Ben Goodger y Darin Fisher para construir un ecosistema alternativo. Sin embargo, si Chrome acaba estando en venta, adquirirlo sería una oportunidad demasiado valiosa para dejarla pasar.
El control del navegador abriría la puerta a una distribución masiva de ChatGPT, objetivo que OpenAI persigue desde que lanzó SearchGPT, su buscador basado en IA. El navegador podría convertirse en el nuevo espacio natural de interacción con sus modelos, permitiendo que agentes conversacionales ejecuten tareas por el usuario y que el sistema aprenda de sus hábitos de navegación. “Podríamos ofrecer una experiencia realmente increíble”, destacó Turley.
Detectan “alucinaciones” en los nuevos modelos O3 y O4-mini
Mientras OpenAI avanza hacia el dominio del acceso a la red, dentro de sus laboratorios se da una paradoja: los modelos más recientes, aunque más potentes, alucinan más de la cuenta. Según un informe técnico publicado por OpenAI y recogido por TechCrunch, los modelos O3 y O4-mini superan a sus predecesores en capacidades de razonamiento, pero también en errores. En concreto, O3 falló el 33 % de las respuestas en pruebas con PersonQA, mientras que O4-mini alcanzó el 48 %, duplicando el margen de error de modelos anteriores.
Estas “alucinaciones” no son novedad: la IA genera respuestas plausibles pero inventadas cuando no encuentra datos suficientes. Sin embargo, que este problema se agrave con modelos más avanzados es preocupante. Estos errores pueden pasar desapercibidos en contextos informales, pero son peligrosos cuando la IA se utiliza para resumir documentos legales, elaborar informes o apoyar decisiones críticas. Por eso, a pesar de los avances técnicos, el juicio humano sigue siendo insustituible.
Ser educado con ChatGPT cuesta millones en energía y agua
Otro dato que ha generado titulares esta semana es el coste de la cortesía digital. Un usuario preguntó a Sam Altman, CEO de OpenAI, si era cierto que expresiones como “gracias” o “por favor” encarecen el uso de ChatGPT. La respuesta fue tan afirmativa como reveladora: “Decenas de millones de dólares bien gastados”, respondió en X, defendiendo el valor de una interacción educada, incluso con máquinas.
Este coste no es metafórico. Cada mensaje generado por un modelo como ChatGPT implica un proceso de inferencia en servidores equipados con GPUs de alto rendimiento, como las H100 de NVIDIA. Estas infraestructuras consumen grandes cantidades de electricidad y agua para refrigeración. Cuantas más palabras, más energía. Y si millones de usuarios añaden frases de cortesía a sus mensajes, el impacto acumulado se traduce en una factura energética millonaria.
Eso no significa que debamos dejar de ser amables. De hecho, un estudio reciente sobre la relación entre cortesía y rendimiento en LLMs señala que los mensajes maleducados suelen generar peores resultados. Aunque el exceso de cortesía tampoco garantiza respuestas mejores, lo cierto es que el tono del usuario moldea la respuesta del modelo, y con ello, nuestra percepción de la IA.
¿Del monopolio de Google al monopolio de OpenAI?
La batalla judicial contra Google podría abrir una grieta para el cambio, pero la competencia entre grandes tecnológicas está redefiniendo el ecosistema digital a una velocidad vertiginosa. El caso de OpenAI es revelador: nació como una organización sin ánimo de lucro y hoy actúa como un gigante empresarial con aspiraciones hegemónicas. Sus recientes contrataciones, su ambición por desarrollar infraestructura propia y su objetivo de controlar los canales de acceso a la información indican que no quiere ser solo un actor relevante, sino el nuevo centro de gravedad de la red.
Este deseo de control total plantea preguntas urgentes. ¿Qué pasa si el navegador, el buscador y el asistente que usamos pertenecen a la misma empresa? ¿Cómo se garantiza la pluralidad en el acceso al conocimiento? ¿Y qué queda del principio de neutralidad tecnológica? Son dudas que empiezan a rondar en un sector donde la concentración de poder ya ha motivado sanciones y litigios. Pero la verdadera batalla no se libra solo en los tribunales: se juega en nuestro día a día, cuando decidimos qué buscamos, con quién lo consultamos y cómo lo hacemos. Estamos al inicio de una nueva era: el fin de internet tal como lo conocíamos y el comienzo de la era conversacional.
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[Este artículo de Algoritmo Transparente #81 también está traducido al catalán, inglés, francés e italiano.]