🌍 La guerra comercial de EE.UU. encarece el uso de la IA y pone en riesgo su futuro global
📉 Los aranceles a materiales clave como el acero, el aluminio y los chips amenazan con frenar la innovación, mientras Europa lanza un plan ambicioso para liderar la nueva era de la IA
La inteligencia artificial ha pasado de ser una promesa de futuro a una realidad cotidiana. Actualmente, muchos ciudadanos utilizan asistentes como ChatGPT o Gemini para resolver dudas, redactar textos o planificar un viaje. También proliferan herramientas visuales como Adobe Express o Canva, que permiten crear imágenes, memes o contenidos para redes sociales en cuestión de segundos. A veces, las funcionalidades gratuitas son suficientes. Pero, tanto en el ámbito doméstico como en el empresarial, el modelo de suscripción se impone. Y todo indica que estos servicios podrían encarecerse pronto. ¿La razón? La oleada de aranceles impulsada por Estados Unidos que amenaza con desestabilizar la economía digital global y, de rebote, frenar la expansión de la IA.
Una guerra arancelaria que golpea por sorpresa
Las medidas proteccionistas de la administración Trump han puesto en el punto de mira sectores clave para el desarrollo de la inteligencia artificial: el acero, el aluminio y los semiconductores. Materiales esenciales para construir y mantener centros de datos, las auténticas fábricas digitales donde se alojan y procesan los modelos de IA. Según The Wall Street Journal, los nuevos aranceles dificultarán y encarecerán la construcción de estas infraestructuras, afectando a su estructura física, a los sistemas de refrigeración, a los bastidores de servidores y a las canalizaciones de cableado.
Las consecuencias van más allá. La industria de los semiconductores, especialmente las GPU de alto rendimiento diseñadas para IA, también sufre el impacto. Aunque algunos chips quedan exentos, las cadenas de suministro son tan globales e interconectadas que cualquier distorsión acaba afectando a todo el sector. “Si construir centros de datos es más caro, también lo será operar sistemas de IA”, advertía Muddu Sudhakar, CEO de Aisera.
Las grandes tecnológicas son las primeras damnificadas
Apple, pese a no haber apostado tan fuerte por la IA como rivales como Microsoft, Meta o Google, ha visto cómo su valor en bolsa se desplomaba. Solo en una semana, la compañía de Cupertino ha perdido cientos de miles de millones de dólares en capitalización y ha dejado de ser la firma más valiosa del mundo. ¿El motivo? La nueva tarifa del 104% sobre las importaciones procedentes de China, a la que se han sumado otros aranceles a países como Vietnam, India o Taiwán, donde Apple tiene una parte significativa de su producción.
Los analistas coinciden: todo esto ejercerá presión sobre los precios. Apple podría verse obligada a subir tarifas o reducir márgenes, mientras que el consumidor final sufrirá el impacto. Las ventas de iPhones se han disparado en Estados Unidos ante la previsión de una inminente subida de precios.
Europa no se queda de brazos cruzados
La paradoja es evidente: mientras la IA se presenta como una herramienta para aumentar la productividad, impulsar la eficiencia y acelerar la innovación, las decisiones proteccionistas pueden tener el efecto contrario. Europa ha decidido no quedarse quieta. En un movimiento estratégico anunciado este miércoles, la Comisión Europea ha lanzado el AI Continent Action Plan, una ambiciosa iniciativa para posicionar al continente como líder mundial en inteligencia artificial. El plan prevé la creación de 13 AI Factories alrededor de los superordenadores europeos, así como la puesta en marcha de hasta cinco AI Gigafactories, con una capacidad de procesamiento cuatro veces superior a la actual. Además, contempla nuevas leyes como el Cloud and AI Development Act, una estrategia para la adopción de IA en sectores estratégicos, y un paquete de medidas para captar y retener talento de alto nivel. El objetivo es claro: transformar las industrias tradicionales y la excelente base científica de Europa en potentes motores de innovación. Con este plan, Bruselas espera contrarrestar la ofensiva estadounidense y garantizar la autonomía estratégica europea en un ámbito clave para el futuro económico y tecnológico del continente.
El futuro inmediato es incierto. Las empresas esperan nuevas señales desde Washington, Bruselas y Pekín. Los consumidores, empresas y emprendedores están pendientes de saber si las herramientas que han empezado a incorporar en sus flujos de trabajo se volverán más caras o menos accesibles. Y la tecnología, como tantas otras veces, queda atrapada entre las tensiones de un mundo en disputa.
Inversión e innovación, en riesgo
Las Big Tech habían prometido inversiones multimillonarias en IA, destinadas a desarrollar nuevos modelos, optimizar procesos y construir más centros de datos. Pero esta tendencia se ha frenado. Microsoft ya ha congelado varios proyectos de infraestructura tanto en EE. UU. como en Europa. El motivo son los elevados costes y la incertidumbre sobre su colaboración con OpenAI.
Un informe del banco de inversión estadounidense TD Cowen apunta que este parón inversor puede tener efectos colaterales en la investigación y el desarrollo de nuevos productos. También las startups podrían verse gravemente afectadas, ya que el capital riesgo se está replegando a la espera de un escenario más estable. El miedo a invertir se propaga, y eso puede frenar la aparición de nuevas iniciativas en IA, especialmente las más disruptivas.
JP Morgan ya estima que hay un 60% de posibilidades de que Estados Unidos entre en recesión en 2025. En contextos económicos adversos, las empresas priorizan la seguridad financiera frente a la innovación. Si se cumplen las previsiones de JP Morgan, que estima una caída del PIB estadounidense del 1% en el tercer trimestre de 2025, el panorama será aún más sombrío.
Fabricar iPhones en EE. UU.: un sueño casi imposible
Estas condiciones podrían dejar la IA en un estado de estancamiento o, peor aún, de retroceso. Un sector que necesita grandes volúmenes de datos, infraestructuras robustas e inversiones sostenidas para avanzar puede verse frenado por decisiones comerciales y políticas de corto alcance.
La Casa Blanca ha comenzado a defender la idea de trasladar la producción de dispositivos como el iPhone a Estados Unidos. Pero la realidad es mucho más compleja. La cadena de suministro global que Apple ha construido durante décadas no puede trasladarse fácilmente. Sus componentes provienen de decenas de países, con una logística optimizada para la velocidad y el coste. Reproducir este sistema en América del Norte requeriría una inversión faraónica y una infraestructura prácticamente inexistente.
Pese a algunas inversiones puntuales —como la fabricación de microchips en Arizona con TSMC—, no hay indicios de ninguna transición real hacia la producción masiva en EE. UU. Incluso el propio Trump admite que sería necesaria una reconversión total del sector industrial, incluyendo puertos, mano de obra y transporte. A corto plazo, la fabricación nacional no es una solución viable ni para Apple ni para la mayoría de empresas tecnológicas.
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[Este artículo de Algoritmo Transparente #79 también está traducido al catalán, inglés, francés e italiano.]