El puritanismo entra en campaña, Phillips se queda sin bot, a Biden le clonan la voz y el MIT quita hierro a los despidos por culpa de la IA
Una semana aparentemente tranquila con lanzamientos, novedades e integraciones de Inteligencia Artificial y sin catastrofismo sobre despidos ni el fin de la humanidad.
La misma semana que OpenAI, la gran organización de Inteligencia Artificial, anunciaba la prohibición del uso de su tecnología para campañas electorales, en nombre de la salud democrática y contra la desinformación, hemos sabido que la compañía suspendía el bot del congresista demócrata Dean Phillips. Se esfuma un millón de dólares y se convierte a Dean Phillips en un referente que utilizaremos para hablar de cómo la IA y la política tienen nuevos límites. A mí me parece que OpenAI se extralimita, quizá por la necesidad de sobreactuar y lanzar un mensaje de compromiso férreo con su nueva política contraria al uso de IA en elecciones.
¿Qué problema tiene la existencia de un bot que imita al aspirante presidencial demócrata? El usuario sabe que se encuentra ante un juego-servicio-canal más de la campaña de un candidato, y de la misma manera que acepta que los perfiles de redes sociales no los gestione personalmente el político, también sabe que un chatbot responde a un entrenamiento y a una lógica de proselitismo algorítmico tolerable y aceptable desde mi punto de vista. Por esa regla de tres, deberían prohibir también Character.AI, que ofrece bots de dirigentes políticos entre otros muchos personajes, o… oh, wait, que acabo de comprobar que han cerrado chat2024.com, una página que permitía generar debates en texto entre bots de candidatos de Estados Unidos.
Prohibir la IA como herramienta de campaña es un error que tarde o temprano se rectificará. OpenAI y todas las tecnológicas y startups de moda deberían garantizar que no se use la IA para enfangar campañas electorales con desinformación, deepfakes y automatizaciones ilegítimas, de guerra sucia contra otro candidato o contra la convivencia y las leyes electorales vigentes en cada país. Por ejemplo, combatiendo herramientas de desinformación como el deepfake del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que con llamadas telefónicas con su voz clonada con IA pedía a los interlocutores telefónicos que se desmovilizaran y no fueran a las urnas de las primarias de New Hampshire. Eso sí que merece ser combatido, para evitar que la IA se estigmatice como una herramienta de malas artes y se confunda a la ciudadanía de manera masiva y fácil. El bot de Dean Phillips no manipulaba —era proselitismo, como toda la propaganda que impera en una campaña electoral convencional—, en cambio la llamada robótica imitando a Joe Biden es manipulación electoral.
El bot del congresista Dean Phillips no manipulaba —era proselitismo, como toda la propaganda en una campaña—, en cambio la llamada imitando a Joe Biden es manipulación.
El debate es apasionante, y me recuerda a la época de la incorporación de blogs y redes sociales en cibercampañas electorales en los inicios de Internet, por las mismas reticencias y reacciones moralistas de entonces. Se necesitarán nuevos perfiles en los equipos de campaña, y si buscáis trabajo ya podéis pensar en ofreceros para asesorar y definir estrategia de IA en campañas y procesos electorales. El candidato que no sepa incorporar estos perfiles a su equipo de trabajo estará en fuera de juego. No me imagino unas elecciones europeas, gallegas, vascas o catalanas sin responsables de IA en los equipos de campaña. Y los votantes deberían exigir transparencia en esta materia, sin engaños ni hipocresía.
Si aceptamos que exista Lexi, una modelo de IA, que consuela a hombres solitarios en 30 idiomas diferentes, gana 30.000 dólares al mes y recibe peticiones de matrimonio, ¿por qué prohibir el bot del congresista demócrata? El voto de los usuarios de Lexi es tan válido como el tuyo y el mío. Computa igual como el de los 1.000 millones de ciudadanos en todo el planeta que este año están llamados a las urnas, quizá con la amenaza de un mal uso masivo de la IA por primera vez en nuestras vidas.
Microsoft alcanza una capitalización de 3 billones de dólares, la segunda después de Apple
Esta semana ha estado cargada de novedades interesantes y positivas para la IA. ElevenLabs, la startup de IA por voz, alcanza el estatus de unicornio. Google lanza Lumiere para generar vídeos realistas desde texto. Meta ha capitalizado mediáticamente el anuncio de la semana pasada de Mark Zuckerberg por la inteligencia artificial general (AGI) de código abierto. Apple se apunta un éxito de encargos antes del lanzamiento la semana que viene en Estados Unidos de las gafas de ‘computación espacial’ Vision Pro. Tiene algún problemilla, precio (3.499 dólares) al margen. Apple se está adaptando a la regulación europea. Y observa cómo Google lanza un dispositivo móvil Pixel con IA para competir con su iPhone. Microsoft alcanzó los 3 billones de dólares de capitalización (es la segunda empresa después de Apple en lograrlo) en los días que anunciaba servicios de IA para su Copilot compitiendo con el propio ChatGPT de su aliada OpenAI. A la vuelta de Davos, el CEO de OpenAI, Sam Altman, lanzaba su nuevo reto: fabricar sus propios chips.
Un estudio del MIT a gran escala concluye que la IA no nos quitará el trabajo tan rápidamente como algunos pronostican, porque los humanos (aún) somos más baratos.
La semana, para mí, tiene un elemento esperanzador que quizá no se haya destacado mediáticamente tanto como cuando los informes son catastrofistas. Un estudio del MIT a gran escala concluye que la IA no nos quitará el trabajo tan rápidamente como algunos pronostican, porque los humanos (aún) somos más baratos que esta tecnología capaz de substituirnos. O sea, que va para largo. Pero que no sea pasado mañana cuando nos despidan no quiere decir que no debamos estudiar y formarnos este mismo año en las empresas, como pide el periodista Antoni Esteve. Precisamente un estudio no catastrofista como este del MIT nos tiene que servir para ponernos las pilas sin estrés añadido, sin angustias ni miedos. Con esperanza y convicción.
Pero de la misma manera que os destaco el estudio del MIT hay que dejar reseñado aquí que a los despidos de la semana pasada, esta se añaden los de Google en X Labs —con la coartada de la IA— y los de Microsoft. Se equivocan las grandes tecnológicas si son las primeras que contribuyen a asociar IA con recortes y despidos.
Nos vemos la semana que viene. Estaré atento a las Vision Pro y Apple, el ISE y el Mobile en Barcelona. También seguiré los movimientos en OpenAI. Gracias a los nuevos suscriptores por sumaros a Algoritmo Transparente. ¡Saludos!
Algoritmo Transparente #17